Rescatando la palabra SOCIAL

"Los peores males de la humanidad 
son la inacción y la ignorancia" 
John Stuart Mill

Hemos perdido la palabra social, hemos permitido que esta palabra se corrompa y que incluso sea monopolizada por grupos políticos e ideológicos que embellecen propuestas nocivas con esa palabra.

Las preocupaciones éticas que implica la vida en sociedad, esas relacionadas a la coerción pasiva que imponen las condiciones de pobreza, enfermedad, analfabetismo e ignorancia, despiertan en la mayoría de nosotros la necesidad de buscar solución a esos problemas, el deseo de tener una mejor sociedad, un bienestar mucho más generalizado.

Esa identificación con la necesidad de solución a dichos problemas sociales no pocas veces lleva a las personas a autodenominarse socialistas, y que como tales, aspiran o deben aspirar al socialismo. Esto cuando lo que está de fondo es un problema de justicia social, de un arreglo social justo y racional que permita mayores oportunidades para todos los miembros de la sociedad.

Muchas sociedades, y en consecuencia sus principales partidos políticos, han entendido esto y han procedido a eliminar de sus discursos y planes políticos al socialismo. Ejemplo de esto son los laboristas británicos, quienes abandonaron ese fin hace 20 años, o los socialistas españoles que lo hicieron desde inicios de los ochentas, incluso los socialdemócratas alemanes, que tomaron esa vía hace más de 60 años.

¿Por qué ese abandono del socialismo como fin último? La puesta en marcha de cualquier plan debe ser contrastado con los resultados del mismo, y a pesar de la superioridad ética del socialismo, que implica colocar la igualdad sobre la libertad individual, sus resultados han sido conflictos fatales, caracterizados por compasión y espanto. Las sociedades capitalistas no se caracterizan por ser atentas, emotivas o cálidas, como en el papel aparentan ser las socialistas, pero sus resultados son superiores a los grotescos y desatinados ejemplos que han dado las experiencias socialistas.

La superioridad ética del socialismo no ha podido llenar el estómago a los pobres sostenidamente en el tiempo, esto se debe a que se adentra en el terreno religioso y místico tratando de cambiar la naturaleza humana. Con ese objetivo otorga poderes absolutos a los gobernantes, sin limitar el poder político se corrompen estructuras y se destruyen países. La experiencia histórica, no solo coyuntural, confirma hasta la saciedad estos resultados.

¡La justicia social no es un proyecto alternativo a la economía de mercado!, es un complemento a nuestras sociedades capitalistas, la justicia social tiene como fin mitigar los efectos negativos que implica la propiedad privada y la asignación de recursos a través del mercado. Esto es algo que la economía neoclásica han entendido muy bien, plasmando la necesidad de la intervención del Estado en aspectos limitados, relacionados a Justicia, Salud, Educación, Infraestructura, Pobreza y Medio Ambiente. Que son los puntos medulares que debería atender cualquier propuesta política.
La libertad individual y la aspiración a la superación: el esfuerzo, el derramar sudor, el brillo en nuestros ojos por un anhelo alcanzado; aprender de las lecciones del tiempo y seguir con un nuevo proyecto; el amor por quienes nos aman, el placer de una sonrisa o un abrazo; el anhelo de lucro; ¡la desobediencia!; el ser dueños de nuestro destino; son estos aspectos inherentes a nuestra naturaleza, son los que hacen que valga la pena vivir la vida, y es en el liberalismo donde encontramos el punto de partida más sensato y saludable para garantizarnos esas condiciones, no en el socialismo que pone la igualdad por encima de la libertad, ¡a cualquier precio!.
Los liberales buscamos la justicia social, pero a través de propuestas políticas que partan de lo que somos, no de utopías transformadoras del ser humano, buscamos encausar racionalmente los esfuerzos humanos para corregir las imperfecciones de la economía de mercado, y con esto alcanzar una mejor sociedad, un bienestar mucho más generalizado.

Sin embargo, al igual que con el despojo de la palabra social de nuestro vocabulario, nuestros adversarios han logrado asociarnos con doctrinas, políticas o regímenes, que nos resultan completamente impropios, y no en pocas veces con esta asociación deslegitiman la importancia del liberalismo en cualquier propuesta política.

Es hora de sanear, defender y apropiarnos de la palabra social.

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