Flat Tax: Equidad, Eficiencia y Simplicidad
Antes de hablar del diseño de un Sistema Tributario es
necesario aclarar que este tiene el fin último de financiar al Estado, y que la razón de existir
del Estado radica en que este en casos muy específicos puede mejorar los resultados del Libre Mercado, por lo que su actuar puede mejorar el bienestar de la sociedad.
Estos casos específicos son los bienes públicos (Justicia, Seguridad Ciudadana, Infraestructura de Transportes -no colapsada- y Lucha contra la Pobreza), la solución de una externalidad (como en Salud o Educación) y la regulación del uso de un recurso común (como los permisos de explotación de especies comerciales).
Estos casos específicos son los bienes públicos (Justicia, Seguridad Ciudadana, Infraestructura de Transportes -no colapsada- y Lucha contra la Pobreza), la solución de una externalidad (como en Salud o Educación) y la regulación del uso de un recurso común (como los permisos de explotación de especies comerciales).
Estos bienes y servicios generan un beneficio a la sociedad, pero tienen costos de producción, por lo que el
Estado necesita recaudar ingresos
por medio de los impuestos. Los
impuestos disminuyen la oferta y recaen en consumidores o productores
dependiendo de lo esencial del bien o servicio tasado, esto genera pérdidas de
eficiencia ya que la pérdida de lo que se deja de producir/consumir es mayor de
lo que el Estado recauda.
Una máxima del Sistema Tributario es que este debe ser eficiente (con el menor costo posible para la sociedad) y equitativo (su carga debe distribuirse justamente entre los miembros de la sociedad).
Eficiencia de los Impuestos
Por
eficiencia debe entenderse que se recaude con el menor costo para los contribuyentes. Es claro que el principal costo es el pago de
impuestos en sí mismo, pero existen otros costos como los relacionados a las distorsiones de las decisiones de los individuos y los derivados de la misma administración del cumplimiento de esos impuestos, que entre más se puedan minimizar implicarán que el sistema tributario es más eficiente.
Veamos
un ejemplo en la distorsión de las
decisiones individuales: Mi esposa y yo salimos a comer
helados, a ella le encantan los helados y valora uno en ¢2000 colones, a mí no
tanto por lo que los valoro en ¢1100, como el helado cuesta ¢1000, el excedente
total nuestro es de ¢1100 (¢2000 - ¢1000 = ¢1000 de mi esposa y ¢1100 - ¢1000 = ¢100, míos). Ahora bien, si el Estado establece un impuesto de
12% sobre las ventas de helados, el precio aumentará a ¢1120, a ese precio mi
esposa comprará el helado pero yo no, por lo que el excedente total disminuye ¢220
(a ¢880 = ¢2000 - ¢1120) y el Estado recauda apenas ¢120. Aquí observamos que la pérdida de
excedente se debe a que yo no consumo, lo que recauda el Estado es lo que mi
esposa paga en impuestos.
La pérdida de eficiencia se debe a que el impuesto cambia las decisiones individuales, nuestra conducta, lo que empeora el bienestar sin darle un ingreso al Estado que la compense.
O sea, cuando los individuos dejan de considerar los
costos y beneficios de los bienes y servicios que transan y actúan en función
de los incentivos fiscales es cuando la ineficiencia de los impuestos se deja
notar.
La pérdida de eficiencia en la administración del Sistema
Tributario es más fácil de percibir, el Estado recauda el pago
de impuestos pero el individuo además de ese pago incurre en costos de tiempo y dinero para documentar, calcular y asesorarse para eludir impuestos.
Equidad de los Impuestos
El impuesto más eficiente de todos es el de cuantía
fija, todos deben pagar un monto determinado, por lo que no se tendría costo de
administración ya sabemos cuánto tenemos que pagar y el monto es independiente
del esfuerzo para crear riqueza, por lo que no hay pérdida de eficiencia.
Pero, ¿es este un impuesto justo? Para alguien de bajos recursos ese impuesto podría implicar una parte importante de sus ingresos (impuesto promedio pagado) mientras que para otros con mayor capacidad de generación de riqueza ese impuesto podría implicar un sacrificio ínfimo.
Cuando se trata de medir la equidad hay principalmente dos enfoques, el de beneficios percibidos, que trata de acercar los bienes y servicios
que ofrece el Estado al mecanismo del libre mercado, o sea, entre más se consume más se debe pagar, esta premisa justifica que los más
ricos paguen más, puesto que se benefician más de bienes públicos como la administración
de la justicia, la seguridad ciudadana y la disminución de la pobreza, incluso
se utiliza para implementar impuestos específicos como el de la gasolina.
El otro enfoque utilizado es el de capacidad de pago, que se basa en que todos los individuos deben hacer el mismo
sacrificio, esto implica equidad vertical (personas con mayor capacidad de pago deben pagar una
cantidad mayor) y equidad horizontal (individuos con similar capacidad de pago tienen que pagar una cantidad similar). Estos conceptos de equidad son los más aceptados
pero lo menos usados para medir un Sistema Tributario.
Incidencia de los impuestos en la Equidad
Algunas ocasiones se pretende gravar algún bien
suntuario con motivos de equidad, pero no se analiza primero que tan esenciales
son para los consumidores. Por ejemplo, si se le impusiera un impuesto de 50%
sobre los juegos de comedor de lujo, probablemente eso traslade la demanda a
otros juegos de comedor, y la renta excedente de esos individuos se utilice en
adornos para ese juego de comedor.
Esto sin duda genera una ineficiencia y
afecta a los productores de juegos de comedor, que venderán menos muebles
lujosos (más rentables) y verán como parte de esas anteriores rentas migran a
los productores de adornos. Este impuesto justificado en la equidad termina
afectando a los productores (que no son personas ricas) en lugar de los
consumidores ricos, creando no solo ineficiencia sino inequidad.
Otro caso más interesante aún es el de grabar sectores
específicos, a través de las impersonales sociedades anónimas o corporaciones,
cuando los impuestos entran a distorsionar ciertos sectores, el capital fluye
hacia otros o fuera del país, lo que termina afectando la oferta de productos y
servicios de ese sector y a los mismos trabajadores.
La incidencia de los impuestos indica que no pocas veces cuando se tiende a discriminar productos o sectores por motivos de equidad, se provocan distorsiones que acarrean ineficiencia y mayor inequidad.
Flat Tax: Equidad, Eficiencia y Simplicidad
El impuesto de tarifa única, o Flat Tax, es un impuesto bajo y único que se aplica a todas las rentas de la
economía, siempre considerando
la excepción básica que se hace a ingresos por debajo de un umbral. Existen
muchas variantes, desde esa excepción básica hasta aquellas que pagan un
subsidio a los que ganan menos de ese umbral. Por estas razones es considerado un impuesto progresivo (los individuos con altos ingresos pagan una
proporción mayor que los individuos de bajos ingresos).
En la siguiente figura se observa la tabla de pagos que se realizaría con un Flat Tax de 15% y un monto exonerado de ¢500,000.00, permitiendo impuestos negativos. Como se observa en la columna "Imp %Ingreso" conforme aumentan los ingresos aumenta la proporción de la riqueza de la cual se desprende el contribuyente.
En la siguiente figura se observa la tabla de pagos que se realizaría con un Flat Tax de 15% y un monto exonerado de ¢500,000.00, permitiendo impuestos negativos. Como se observa en la columna "Imp %Ingreso" conforme aumentan los ingresos aumenta la proporción de la riqueza de la cual se desprende el contribuyente.
Este impuesto sustituye tanto al impuesto sobre renta de las sociedades como al de la renta de las personas, así todo ingreso, independientemente de si se
originó producto del trabajo o del capital, se gravaría a una tasa baja y única. Esto promovería la inversión por parte de las empresas e
incentivaría a ahorrar a las personas (se suprimiría el impuesto sobre los
intereses que desincentiva el ahorro), potenciando el crecimiento económico, lo que a su vez aumenta las perspectivas de ingresos tanto para los contribuyentes como para el mismo Estado.
La ventaja más evidente es la sencillez, reduce de una forma importante la administración del Sistema Tributario, tanto para los contribuyentes como en lo que a
fiscalización por parte del Estado se refiere. Los cálculos son tan sencillos
que se pueden hacer en una servilleta, el papel de los asesores
fiscales disminuiría marcadamente. También se gravaría en la fuente y no en la
persona que recibe los ingresos, simplificando aún más la administración.
Simplificando la legislación tributaria se reduce la carga administrativa.
Al eliminarse
las deducciones tributarias sobre las
rentas se amplía la base impositiva, lo que suprime
impuestos escalonados, disminuye distorsiones que disuaden de generar más
riqueza, y se limita la pérdida de eficiencia que provocan los impuestos, a la
vez que el impuesto promedio pagado (impuestos totales pagados entre ingresos
totales) aumenta conforme aumentan los ingresos del contribuyente.
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