Enfermedad Holandesa
La enfermedad holandesa, un fenómeno netamente económico, es un término
acuñado a raíz del desempleo y recesión económica que experimentó Holanda
posterior a la década de los años setenta.
Después del descubrimiento de grandes yacimientos de reservas de hidrocarburos
cerca de las costas holandesas en el mar del Norte, este país gozó de un
aumento sin precedentes en sus exportaciones de gas natural y petróleo, produciéndose
así dos efectos en conjunto, una altísima rentabilidad en aquellas industrias
abocadas a la explotación de esos recursos naturales, así como una
sobreabundancia de divisas acompañada de una fuerte apreciación de las mismas.
La apreciación del florín, la moneda holandesa en ese momento, llegó a
ser en el periodo Ene/71 a Ene/80 de 47,40%, lo que implica una apreciación
anualizada de 6,80% durante ese periodo.
La alta rentabilidad de la industria exportadora de gas y petróleo
incentivó a otros sectores productivos -tanto exportadores como no exportadores-
a invertir en esa industria, provocando un desplazamiento productivo
significante. Esto además se vio acompañado del encarecimiento o pérdida de
competitividad de las demás exportaciones -derivado de la apreciación del
florín- acentuando aún más la reconversión productiva.
Adicionalmente, los recursos generados por estas explotaciones
permitieron aumentar el consumo –público y privado, incentivando el dejar de
producir productos comercializables en el exterior –transables- por aquellos
demandados a lo interno de la economía – no transables en su mayoría.
Como resultado final, se había generado una caída de las exportaciones agrícolas
e industriales, no se habían promovido actividades que generaran mayor valor
agregado, además de que la demanda interna había sido satisfecha en gran parte
con importaciones, las cuales a su vez habían sustituido la producción
doméstica.
Una vez que pasó el boom de estas materias primas Holanda se encontraba
con una economía principalmente “duoproductora”, con un desarrollo industrial
efímero, mano de obra poco especializada, en fin, con una serie de distorsiones
que contrajeron su crecimiento en el corto plazo así como las perspectivas del mismo en el mediano y largo plazo.
Como sucede mayormente en la naturaleza, estos desequilibrios empezaron
a corregirse, en este caso lo hicieron fuerte y dramáticamente. Al final del
proceso, se experimentó un empobrecimiento generalizado en la sociedad
holandesa, muchas personas acaudaladas acaecieron a pobres, mientras que los
pobres se empobrecieron aún más.
Después del caso de Holanda se han registrado otros países con estos
mismos problemas. En Nigeria, por ejemplo, a la explotación de petróleo se le
atribuye un abrupto aumento de la pobreza extrema –vivir con menos de US$1 por
día. La cifra de personas bajo pobreza extrema pasó de 9 millones en 1970 a 90
millones a finales del año 2000.
Aunado a los problemas de traslado de un tipo de actividades a otras, a
este tipo de fenómeno se le atribuye además un aumento significativo en la
corrupción, lo cual pontencializa aún más lo efectos negativos del mismo dentro
del proceso productivo general de cualquier economía.
Como es de esperar, este problema se ha dado con más frecuencia en países
petroleros y en general explotadores de algún recurso natural, así como en
casos donde el precio de un producto de exportación aumenta fuertemente en los
mercados internacionales. Sin embargo, existen otros factores que contemplan
los mismos efectos distorsivos.
Tal es el caso de aquellos procesos que generan fuertes ingresos de
divisas, como los capitales especulativos y fuertes envíos de remesas, que
imaginan una prosperidad transitoria, la cual no está basada en mejoras de la
productividad y que ocasionan una pérdida de competitividad a los sectores que
se ven afectados por la apreciación del tipo de cambio.
Actualmente se cuestiona que países como El Salvador, Guatemala,
Colombia, Argentina o Bolivia, entre algunos otros, presentan en algún grado
los síntomas de esta mal llamada “enfermedad” -que en el trasfondo es un
proceso de ajuste.
El caso de Bolivia podría ser el más preocupante. En ese país
recientemente se nacionalizó la industria del gas, dando malas señalas a la
inversión extranjera e incluso poniendo en serio peligro la posible integración
comercial con su mayor socio comercial, EE.UU..
Existen diversas medidas para controlar los efectos de la reconversión
productiva y la afluencia masiva de divisas, tales como mantener esos recursos
adicionales fuera de la economía, obligar a invertirlos en la moneda
extranjera, entre algunos otros más.
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